domingo, 17 de abril de 2011

México: La paz de los sepulcros


la mitad de foro

La paz de los sepulcros

León García Soler

Felipe Calderón Hinojosa es presidente de la República, jefe de gobierno y jefe de Estado. Del Estado es la responsabilidad de garantizar la seguridad de los mexicanos. Los funcionarios no tienen derechos, tienen las facultades que la ley expresamente señala. Y obligaciones, ante todo, cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanen. Felipe Calderón puede defender su política y pedir el apoyo ciudadano; puede señalar culpables y llamar a los ciudadanos a expresar su hartazgo con la impunidad de la violencia criminal que ha puesto a la nación al borde del abismo, ante una fosa de la que surgen miles de cadáveres sembrados en todo el territorio del país. Lo que no puede es pedirnos compartir su responsabilidad, la del jefe del Estado mexicano.
Llegan a San Fernando, Tamaulipas, los familiares de los desaparecidos; algunos de miles cuyas desapariciones fueron denunciadas inútilmente; como pedir que llueva en el largo estiaje que incendia el norte de México y deja los campos sin sembrar. Las tragedias naturales se añaden a las de la violencia criminal que precipita la destrucción del poder constituido, la demolición de las instituciones que han sobrevivido a la picota de reformadores regresivos, de la reacción empeñada en dejar hacer, dejar pasar en aras del libre mercado, del capital sin regulación; de la desaparición del Estado rector de la economía, del Estado social, del Estado laico: de México.

Empiezan los días de guardar y el Presidente de México asistirá a la ceremonia de beatificación de Juan Pablo II en el Vaticano, el primero de mayo: congruente con los principios de laicidad del Estado mexicano”, afirma el comunicado de Los Pinos. ¿Qué necesidad había de invocar los principios de laicidad? Antes de viajar a Roma participará en la Cumbre de Lima, reunión de mandatarios de América Latina surgidos de partidos de derecha: Alan García, de Perú; Juan Manuel Santos, de Colombia, Sebastián Piñera, de Chile, y Calderón. Plena congruencia, aunque en el cono sur juren por Dios al asumir el poder. El de aquí ya no preside el Día del Trabajo, conmemoración de los mártires de Chicago, de los de Cananea y Río Blanco. Impera la confusión y los patrones se quejan porque no se han borrado los derechos de los trabajadores; la izquierda añade su indignación por la supervivencia del corporativismo” del PNR-PRM-PRI; y estos son lo que han sido, mezcolanza en el perol de un partido en el que caben todos y todo.
La clase obrera no llegó al paraíso de la democracia sin adjetivos, de la transición en presente continuo. El vuelco finisecular transustanció el desarrollo estabilizador en portento de la recuperación económica sin empleo”. Según el Banco Mundial, en América Latina sólo México es un foco especial en materia de empleo en la región; es un país estrella en el ámbito macroeconómico, pero el gran misterio es por qué no consigue generar tasas de crecimiento mayores”. Ni empleos. Diez millones de mexicanos cayeron en la pobreza en lo que va del sexenio. En la década de los 80 ya había más de 40 millones. Hoy, sin una política social de Estado, sin crear empleos, emprenden la ofensiva en su larga guerra contra el sindicalismo.
Al borde del abismo, frente a los 145 cadáveres extraídos de las fosas de Tamaulipas, casi en el sitio donde encontraron los restos de 72 migrantes secuestrados y asesinados; otros más semienterrados en el desierto de Samalayuca, cerquita de Ciudad Juárez, escenario de las matanzas de mujeres y el estallido de la violencia en la descomposición socioeconómica del neoliberalismo agravado por la barbarie de la impunidad y la discriminación que imperan en México, bajo el manto hipócrita de la simulación, las clases dominantes señalan culpables, cierran los ojos a la responsabilidad oficial y a la irresponsabilidad privada: caridad para los pobres, palos para los trabajadores. Y que los muertos entierren a sus muertos.

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